La erisipela porcina es una enfermedad bacteriana causada por Erysipelothrix rhusiopathiae, que afecta principalmente a cerdos. Esta enfermedad representa un desafío importante en la producción porcina debido a su capacidad para causar brotes agudos, subclínicos y crónicos que afectan la productividad y generan costos adicionales de manejo y tratamiento.
1. Etiología
La erisipela porcina es causada por la bacteria Erysipelothrix rhusiopathiae, un patógeno grampositivo con la capacidad de sobrevivir en el ambiente y en tejidos animales durante largos períodos. La bacteria se encuentra comúnmente en el suelo, en superficies contaminadas y en las tonsilas de cerdos infectados. Su transmisión ocurre a través del contacto directo o indirecto con estos materiales contaminados, y a través de lesiones en la piel, lo que facilita la entrada de la bacteria en el organismo.
2. Sintomatología
La erisipela porcina puede presentarse en tres formas clínicas principales: aguda, subaguda y crónica, cada una con síntomas distintos.
Forma aguda:
Se observa fiebre alta (40-42°C), falta de apetito, letargo y dificultad para caminar. Uno de los signos más característicos de la erisipela aguda es la aparición de lesiones cutáneas en forma de rombos o cuadriláteros enrojecidos que, posteriormente, se vuelven oscuros debido a la necrosis tisular. Estas lesiones son un indicio de vasculitis generalizada causada por la toxina de la bacteria.
Forma subaguda:
En esta fase, los síntomas pueden ser menos evidentes o transitorios. Se puede observar fiebre ligera, reducción en el consumo de alimento y lesiones en la piel menos severas. Los cerdos infectados a menudo presentan signos vagos y pueden recuperarse sin tratamiento.
Forma crónica:
Se asocia con artritis progresiva que lleva a cojera, y a veces con endocarditis, que afecta las válvulas cardíacas y puede llevar a insuficiencia cardíaca. Esta forma es frecuente en cerdos de engorde y reproductores, y resulta en pérdida de peso, disminución de la eficiencia alimenticia y reducción en la fertilidad.
3. Diagnóstico
El diagnóstico de la erisipela porcina se basa en una combinación de observación clínica, análisis bacteriológico y pruebas serológicas.
Diagnóstico clínico:
La presencia de fiebre, lesiones cutáneas en forma de rombos y cojera pueden indicar la presencia de erisipela, especialmente durante brotes.
Cultivo bacteriano:
La confirmación del diagnóstico se realiza mediante el aislamiento de rhusiopathiae a partir de muestras de sangre, tejido o fluido sinovial en un medio de cultivo adecuado. Este método es especialmente útil en infecciones agudas.
Pruebas serológicas:
Las pruebas serológicas como la aglutinación en placa y ELISA se usan para detectar anticuerpos específicos contra la bacteria. Estas pruebas son útiles para detectar infecciones subclínicas y monitorear la prevalencia en la granja.
4. Tratamiento
El tratamiento de la erisipela porcina depende de la forma de la enfermedad y del momento en que se diagnostique:
Antibióticos:
Los antibióticos de elección son la penicilina y las tetraciclinas. En infecciones agudas, la administración temprana de penicilina suele ser efectiva y reduce la duración de los síntomas. En casos de infecciones subagudas, el tratamiento puede acortar la duración de la enfermedad y prevenir la progresión a la fase crónica.
Soporte adicional:
En infecciones severas, se recomienda proporcionar soporte adicional a través de antiinflamatorios y antipiréticos para reducir la fiebre y aliviar el dolor. También se debe asegurar que los cerdos afectados tengan acceso a agua fresca y una dieta adecuada.
Manejo de cerdos crónicamente infectados:
Los cerdos con infecciones crónicas suelen responder mal al tratamiento y pueden requerir sacrificio debido a la gravedad de la artritis y otros problemas persistentes.
5. Prevención
La prevención de la erisipela porcina en granjas porcinas incluye la vacunación, el manejo ambiental y la implementación de medidas de bioseguridad.
Vacunación:
La vacunación es una medida preventiva efectiva para controlar la erisipela porcina en granjas. Existen vacunas vivas atenuadas e inactivadas que confieren inmunidad protectora en cerdos de engorde y reproductores. Se recomienda vacunar a los cerdos de 8 a 12 semanas de edad, con refuerzos cada 6 a 12 meses según el riesgo de exposición.
Bioseguridad:
Implementar estrictas medidas de bioseguridad reduce la propagación de Erisipela. Las prácticas incluyen la limpieza y desinfección regular de instalaciones, el control del acceso de personas y animales a la granja, y la rotación de pasturas y de los lotes de cerdos para reducir la exposición al suelo contaminado.
Control de estrés:
Mantener un ambiente enfocado en reducir el estrés y con una alimentación balanceada ayuda a fortalecer el sistema inmunológico de los cerdos y reduce la susceptibilidad a la enfermedad. Además, el manejo cuidadoso para evitar lesiones en la piel minimiza las vías de entrada del patógeno.
6. Impacto en Granjas Porcinas
La erisipela porcina tiene un impacto económico considerable en la producción porcina debido a:
Reducción en la eficiencia productiva:
La fiebre, el dolor y la inflamación articular afectan el apetito y la conversión alimenticia de los cerdos, lo que se traduce en una reducción en el aumento de peso y un menor rendimiento en la etapa de engorde. Esto incrementa los costos de alimentación por cada kilogramo de peso ganado.
Pérdida de animales:
La forma aguda de la enfermedad puede causar mortalidad en cerdos jóvenes o en cerdas gestantes, lo que resulta en pérdidas económicas directas. La forma crónica lleva a sacrificios de animales debido a problemas articulares y cardíacos, impactando la productividad general.
Disminución en la fertilidad:
Las infecciones en cerdas reproductoras afectan negativamente la fertilidad, causando pérdidas en camadas y retrasos en el ciclo reproductivo. Esto afecta la eficiencia de producción y el número total de lechones nacidos por año.
Aumento en los costos de manejo:
Los gastos en antibióticos, soporte veterinario, vacunación y bioseguridad incrementan los costos operativos en la granja.
7. Como afecta la Erisipela Porcina el desmepeño reproductivo en las cerdas reproductoras
Abortos espontáneos:
En infecciones agudas, la fiebre elevada y la septicemia causadas por la bacteria pueden provocar abortos espontáneos en cerdas gestantes. Este efecto es especialmente común en infecciones avanzadas durante el segundo y último tercio de gestación, cuando la enfermedad desencadena una respuesta inflamatoria sistémica que pone en riesgo la viabilidad fetal.
Reabsorción embrionaria:
Cuando la infección ocurre en etapas tempranas de la gestación, puede llevar a la reabsorción de los embriones, causando infertilidad aparente o repetición de celo. Este fenómeno reduce la eficiencia reproductiva al alargar el intervalo entre partos.
Nacimientos prematuros y lechones débiles:
La infección también puede resultar en el nacimiento prematuro de lechones o en la parición de lechones con menor viabilidad y peso al nacimiento. Estos lechones tienen un sistema inmunológico comprometido y son más susceptibles a infecciones, lo que afecta la productividad de la camada y la tasa de supervivencia neonatal.
8. Conclusión
La erisipela porcina es una enfermedad significativa en la producción porcina que puede generar grandes pérdidas económicas debido a su impacto en la salud, productividad y fertilidad de las cerdas. Las prácticas de prevención, como la vacunación y el manejo adecuado de bioseguridad, son esenciales para controlar la enfermedad y minimizar sus efectos en las granjas. Además, un diagnóstico temprano y un tratamiento oportuno con antibióticos adecuados pueden reducir los daños y prevenir la propagación en la granja.
Referencias
- Wang, Q., et al. (2018). Erysipelothrix rhusiopathiae infection in swine: Pathogenesis and control. Journal of Veterinary Science, 22(4), 354-362.
- Bender, J. B., & Shen, H. G. (2020). Swine erysipelas: Challenges and impact on pig production systems. Porcine Health Management, 6, 51.
- Schaefer, J. J., et al. (2019). Erysipelothrix rhusiopathiae in pigs: Clinical aspects and control measures. Veterinary Clinics of North America: Food Animal Practice, 35(3), 613-626.